Lo que aprendí en el año de Pandemia (2020 DC)

January 2021 · 9 minutos de lectura

El 2020 fue el año de la pandemia. Ha sido un tiempo inusual donde lecciones nuevas, o viejas lecciones olvidadas, salen a flote debido a un virus que cambio el ritmo y la perspectiva de nuestra vida cotidiana.

Vale la pena escribir estas lecciones como evidencia de lo vivido y para no olvidarlas cuando la vida vuelva a la normalidad. Aquí van sin orden de importancia:

El mundo le pertenece a los microorganismos. Como diría Pedro Infante, uno cree que el ser humano es el rey de todo el mundo pero solo somos contenedores de carne y hueso para la reproducción, almacenamiento y transportación de organismos microscópicos. Esta pandemia ha sido una buena dosis de humildad para nuestra especie. Se nos había olvidado que las llaves de este planeta no son nuestras; ni siquiera nos las prestan para salir a mosquearnos.

No hay mejor pan dulce casero que el pan de plátano. Habrá algunos otros con sabor más intenso o más “lujosos” pero no hay nada que lo supere en la prueba BBB: bueno, bonito y barato. Esto no está abierto a debate. Punto. Final.

Subestimamos el costo de salir a la calle. El momento en el que uno pone el pie afuera de la casa el costo por minuto de existir se dispara. Es increíble la cantidad de dinero que hemos estado ahorrando al quedarnos en casa en lugar de irnos a entretener a la calle. El costo de nuestros ‘paseos’ es mucho más alto de lo que pensamos. No estoy diciendo que nos convirtamos en ermitaños porque es importante salir al mundo, respirar aire fresco y convivir con otras personas pero es igual de importante el estar consciente del costo para pagarlo gustosamente por cosas que valen la pena, y no salir para gastar sin conciencia. Ahórrate tus varias vueltas de ‘a-ver-que-me-encuentro-en-el-centro-comercial’ o comidas en un restaurante mediocre, y mejor planea tus salidas a lugares que valen la pena o a experiencias con tus amigos y familia más queridos.

Creemos lo que queremos creer. La Verdad es muy frágil. Si tus incentivos e ideología no están alineados con la realidad eso no es impedimento para mantener la farsa. La mente puede crear narrativas o justificaciones para seguir feliz de la vida convencido de lo que crees aunque estés en un grave error. Si no eres capaz de llegar a tus propias conclusiones, aprendiendo o leyendo de fuentes fidedignas, y pensando de manera independiente tu mente es propensa a creer en conspiraciones, falsedades y paranoia. Si Facebook es tu fuente de información estas en serios aprietos. Sé muy selectivo de lo que oyes, ves y lees. En estos tiempos donde la información disponible es infinita el problema es filtrar todo este ruido para encontrar lo que es Verdad.

El encierro es relativamente fácil de sobrellevar siempre y cuando todos los demás compartan tu condición. Si alguien me hubiera dicho en el 2015 que me iba a pasar casi todo un año de mi vida sin poder salir de casa más que para lo esencial, probablemente hubiera contestado que perdería el uso de razón; estaría en un cuarto sin ventanas con camisa de fuerza, en pañales y con una sonaja. Pero no. Aquí sigo y todavía puedo orinar sin ayuda. Lo que más se extraña es ver a los seres queridos pero nos la pasamos bien, cocinando más en casa, jugando juegos de mesa, dando caminatas por áreas verdes, y trabajando sin muchas complicaciones. Creo que la razón por la que nos afecta menos de lo pensado es que no somos los únicos que estamos encerrados. Si la mayoría de la gente estuviera feliz de la vida haciendo su vida habitual eso si seria tortura y más difícil de superar. La lección es que todo depende de la cuchara con que se mida y aplica en muchas otras cosas; podemos aceptar el sufrimiento más fácil si una gran mayoría de las personas te acompañan con el mismo dolor.

Sé selectivo de las oportunidades que aceptas. Cuando se presente la buena tienes que estar preparado para saltar como león sobre presa. Este año por fin se presentó una oportunidad de colaboración en el trabajo que tenía tiempo buscándola. No se hubiera presentado si yo hubiera aceptado otras oportunidades que eran decentes pero no ideales. Ya tenía tiempo preparándome para cuando se presentara la ocasión así que cuando me dijeron ‘rana’ yo dije ‘salto’. La lección es: como los Scouts, siempre listos… cuando la encuentres, aférrate.

El tiempo es relativo. El año se fue volando pero se sintió como si fuera un solo día que fue eterno. Los días fueron muy parecidos: levántate, desayuna, trabaja, comida, trabaja, cena, duérmete. No hubo esos cambios en la rutina que pasan cuando sales a tu trabajo y vez caras diferentes, o te juntas con amigos después de la chamba, o el fin de semana sales a carretera para visitar un pueblo bonito. Todos los días eran parecidos pero muy ocupados. Los días se derritieron y se convirtieron en uno solo. Creo que muchas cosas que pasaron este año se van a olvidar muy fácilmente; es bueno que empecé a escribir más seguido en mi diario lo que paso en cada día para poder repasarlos y en el futuro poder voltear hacia atrás para recordar estos tiempos inusuales.

La dosis de estrés que alguien puede causar y el número de personas afectadas se ha multiplicado en tiempos recientes (también conocido como el efecto de un expresidente color naranja). La combinación de alguien como el innombrable expresidente color naranja de los U.S. of A.’s, las redes sociales y el que todo mundo tenga un aparato adictivo en la bolsa del pantalón crearon una combinación explosiva. No importa que opinión tengas del expresidente para sentir este estrés constante. Si estabas de su lado todo era una afrenta y un complot. Si estabas del lado opuesto todo eran mentiras y desesperación. Esto no es nuevo pero el problema principal es que esto pasaba TODOS los días, a TODAS horas. No había pausa ni respiro. La manera en que el innombrable se mantenía presente en nuestras vidas permanentemente es muy sencilla: creando controversia a diestra y siniestra porque la controversia vende sin importar su propósito o fin. Súmale que estas noticias viajan a la velocidad de la luz en la web y se multiplican como conejos en celo gracias a las redes sociales, y el resultado es obvio: agotamiento colectivo.

El espacio físico que existe entre el trabajo y el hogar es vital para delimitar la chamba y la vida personal. Lo que más extraño de ir a la oficina es mi traslado en bicicleta. Ese trayecto partía mi vida en dos: laboral y personal. El viaje de la mañana me daba energía y me preparaba para llegar en chinga a enfocarse en el trabajo. El viaje de regreso hacía que me olvidara de la chamba y llegaba relajado a la casa.

Toma notas de lo que lees (y aprendes) como si tú fueras a publicarlas en un libro o articulo. He estado escribiendo notas de lo que leo por varios años pero la mayoría de estas notas eran copias al carbón de frases escritas por alguien más. Este año empece a desarrollar mis notas siguiendo los lineamientos de un Zettelkasten (fichero en alemán) y cambio la manera en que ligo las ideas que quiero aprender o desarrollar. La clave es escribir cada nota como si fuera a ser leída por el público en el futuro. Esto hace que escribas los conceptos en tus propias palabras y te esfuerces en ligarlos con otras notas, y en registrar claramente de donde parten estas ideas. Todo lo que acabo de decir producen que tu mente capte y se grabe estos conceptos de manera más profunda y eficiente. Para cerrar con broche de oro, si algún día decides publicar estas notas ya solo tienes que editar un poco y… ¡Voilà!

El sistema médico es tan robusto como su eslabón mas débil. La pandemia ha demostrado que el acceso a un servicio médico gratuito o subsidiado es un derecho universal. Por varias décadas (probablemente siglos), ha existido un debate político y económico para tratar de decidir si es mejor un sistema privado (digámosle capitalista) donde se requiere un pago del paciente para cubrir los gastos que incurra durante su enfermedad o si el servicio gratuito o subsidiado (digámosle socialista demócrata) accesible para toda la población. Creo que la pandemia ha demostrado algo muy claro: si una gran parte de la población no tiene derecho a un servicio médico accesible, el pagar un servicio privado no le sirve de mucho a aquellos que si pueden pagarlo cuando hay un virus mortal en circulación que no distingue entre pobres, ricos, altos, bajos, mujeres, hombres. Si a esto le sumamos que en muchos países los días que alguien puede faltar al trabajo por enfermedad son muy pocos, la gente que no puede darse el lujo de tomarse días sin salario y que tal vez tampoco le alcance para ir al médico privado, el incentivo para quedarse en casa y realizarse estudios médicos es muy bajo. La lección es pagar gustosamente tus impuestos para tener un buen sistema médico y de libre acceso, o subsidiado.

La vida puede cambiar en un instante. Esta es una vieja lección que la vida se encarga de recalcar cada vez que se nos olvida lo vulnerable que somos a los caprichos de la musa Fortuna y su pareja Destino. Hay que valorar los buenos momentos, preparase para los tiempos difíciles que llegaran, y aceptar que el sufrimiento y las tragedias son parte de la esencia de esta vida.

La música puede cambiar tu humor como ninguna otra de las artes puede. Hace unos meses, hubo una mañana en la que yo no estaba de muy buen humor. Probablemente la causa fue una discusión pedorra que ya olvide. Tenía cosas que hacer, entre ellas poner orden en la casa. Decidí ponerme mis audífonos y escuchar un poco de música guapachosa. No pasaron ni diez minutos y ya mi disgusto había pasado. ¿Qué otra medicina, droga, brujería o ritual puede causar un efecto similar sin serios efectos secundarios? Desempolva tu Walkman (ya estoy ruco), súbele al volumen y ponle PLAY.

Ya aquí le paro. Es tiempo de pensar en el 2021.

La vida es bella.