¿Cuántas veces has mandado un mensaje de texto para un asunto vital y, en lugar de mejorar las cosas, todo se va a la chingada? A todos nos ha pasado, sobre todo cuando las emociones son fuertes o hay que tratar temas delicados durante el intercambio de palabras.
Las letras y símbolos transmitidos digitalmente a velocidad fugaz tienen carencias inevitables. Estas carencias causan tragedias. Aquí dejo escrito (¡la ironía!) mi intento por entender esta peculiaridad de los tiempos modernos.
Somos poderosas máquinas de reconocimiento facial y vocal
La razón por la que los emojis existen en los mensajes de texto es para poner tus palabras en el contexto adecuado y evitar malentendidos. ¿Cómo tomas la siguiente frase?
–Eres un idiota, Reginaldo Melchor Ocampo.
¿Cómo tomas la misma frase pero con un emoji para dar mas contexto?
–Eres un idiota, Reginaldo Melchor Ocampo ;)
Si la misma persona te escribe el primer mensaje pero te encuentras de mal humor, crudo, mal dormido o distraído, puedes interpretarlo como una lanza incrustada en tu ojo izquierdo: “Yo, Reginaldo Melchor, sí soy un idiota.” La segunda forma elimina esa malinterpretación y hasta el cariño se siente.
Ya confirmado que un signo o caracter puede hacer gran diferencia en el mundo de las letras escritas, hablemos de lo que pasa en el mundo físico cuando nos comunicamos en vivo.
Nuestra biología evolutiva nos dio un nervio óptico que es una maravilla tecnológica. El proceso evolutivo también nos hizo un animal hipersocial, donde la importancia de tu estatus en la tribu era de vida o muerte en nuestros tiempos de nómadas, cuando vestíamos calzones de piel de zarigüeya y vivíamos en comunidades relativamente pequeñas. Estos dos precedentes son los que nos permiten procesar movimientos casi imperceptibles del rostro de otras personas, ya que esta habilidad ha sido de gran importancia para la sobrevivencia de nuestros genes y grupos. Si no reconocías prontamente que alguien de peso en tu tribu estaba encabronado contigo podías acabar exiliado y en el abandono, como comida para jabalíes salvajes y aves de rapiña en las selvas africanas en el año 78,957 A.C.
Es gracias a esta habilidad que puedo darme cuenta cuando mi mujer está hecha una fiera conmigo sin que ella lo demuestre abiertamente. Su voz puede ser casi igual que siempre; el volumen sin cambio. Ella puede seguir en lo que estaba o actuar como cualquier otro día, como si nada hubiera pasado… pero hay algo diferente. Esta diferencia puede ser muy sutil y difícil de identificar. Si no la conoces bien es casi imposible que te des cuenta. Puede ser un movimiento casi imperceptible en sus ojos; tal vez es el ligero cambio en el acento o tono de una palabra; o tal vez es una pausa mínima que dura medio segundo más de lo habitual. En esos instantes inmediatos mi consciente puede estar comiendo mocos, pero mi subconsciente reptiliano lo está procesando a gran velocidad y después de unas fracciones de segundo me manda la bati-señal: “¡Ya la cagaste, pedazo de alcornoque! Ahora tienes que descifrar el acertijo imposible del origen de tu cagazón.” Cuando la interacción sucede en vivo y en persona hay centenares de micro señales que se intercambian constantemente al nivel del subconsciente, y estas son de muy alta fidelidad (hi-fi) y con mucha nitidez.
¿Qué hacer cuando el embrollo es de alto calibre?
Si el tema a tratar es de vida o muerte, tiene alta carga emocional o las consecuencias son importantes, trata de que el mensaje que quieres comunicar sea hi-fi, es decir, que la mayor cantidad de sentidos (o receptores sensoriales) estén involucrados en la conversación o intercambio. De más a menos fidelidad (de hi-fi a lo-fi):
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En persona compartiendo el mismo espacio físico: Puedes ver nítidamente los gestos de otros; puedes tocar, abrazar o sentir; tus oídos pueden identificar claramente el tono y volumen de la conversación; tu olfato te dice si alguien no se bañó (no le importa estar presentable) o se perfumó (quiere hacer una buena impresión). Es decir, los partícipes están sumergidos completamente en la interacción.1
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Videollamada: No es lo mismo que en persona, pero los sentidos más importantes están presentes; la vista y el oído son los que más peso tienen en nuestras interacciones.
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Teléfono (en vivo): Aunque no hay feedback visual, la voz puede comunicar mucho y las pausas/silencios e interrupciones están llenos de significado.
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Mensajes de voz: El que estos mensajes no estén sincronizados le resta esas pausas e interrupciones vitales para entender como le está cayendo a la otra persona lo que acabas de decir, pero al menos te das cuenta del tono que acompaña a las palabras.
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Mensajes de texto o correo electrónico: En la actualidad, es el medio más común y en donde más malentendidos o malinterpretación hay. Estimo (o sea, lo digo al chile porque estos números me los saqué de la manga) que en la última década el 98% de los problemas o malentendidos entre humanos son generados por este medio, ya que la calidad de la comunicación es de muy baja fidelidad. El mensaje de texto es peor que el correo porque la brevedad y falta de contexto es inevitable gracias al incómodo teclado y la pantalla pequeña en los smartphones. Si prefieres este medio para zambullirte en las turbias aguas de las conversaciones difíciles tienes que pretender que es un intercambio entre un diplomático japones y un diplomático chino a punto de declarar un conflicto bélico: claridad, contexto, énfasis, más claridad, más contexto, más énfasis. No puedes permitir ni una minúscula malinterpretación. Tienes que ponerte en el lugar de la otra persona y preguntarte como tú lo tomarías si estuvieras en su misma posición. Tienes que leer el mensaje en voz alta; luego leerlo en voz baja; finalmente leerlo gritando. Una vez que el mensaje está listo, déjalo marinar por 30 minutos. Para entonces vas a estar exhausto y sangrando, como Pepe El Toro en el onceavo round, pero pregúntate por última vez si no te estás equivocando. Finalmente presiona ‘mandar’ y encomiéndate a los dioses del Olimpo.
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Una cachetada, o cortar todo contacto: No arreglas nada, pero tal vez ese es el punto, o es lo que se requiere.
¡Jorge, concluye, por favor!
OK, ya estuvo.
Si me vas a exigir que me disculpé o necesitas pedirme perdón; si me vas a pedorrear, reclamar, maldecir; si me vas a compartir un suceso trágico, o cerrar un trato entre nuestros abogados y quieres evitar malentendidos, no me mandes un mensaje de texto. Háblame. Veme.
Yo haré lo mismo.
Trato hecho.
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Hay una importante excepción. Si la persona tiene antecedentes violentos o si te ha hecho grave dañó físico o psicológico en el pasado, tal vez es mejor evitar compartir el mismo espacio con ese rufián o rufiana. ↩︎